En comunicación, las generalizaciones se usan contínuamente. La razón es que son tremendamente útiles, nos permiten hacernos muy rápidamente con una idea, marcar una dirección y transmitirla. Pero son una trampa, porque acabamos entendiendo sólo una parte de la cuestión a la que nos referimos, y en el combate dialéctico son muchos los que se aprovechan de este efecto.